La primera vez que llegué a Calenzana lo hice en coche, durante un viaje por Córcega. (Es de hecho el punto de partida de las caminatas de senderismo (GR20 y Mare e Monti). Elegí visitar este pueblo tan agradable antes de comenzar la ruta.
Me encontré con pequeñas tiendas, muy auténticas que ofrecían especialidades, y por supuesto, no me resistí al maravilloso salchichón corso ni a los pasteles hechos a base de harina de castañas...
Subí hasta la iglesia ubicada en el centro del pueblo. Hablé con la gente mayor, sentada a la sombra en los bancos, y me coloqué en una terraza de un bar para tomar una cerveza local bien fresca. De nuevo, me puse a conversar con la gente y a observarla. La calle es un magnífico espectáculo para el que sabe mirar.
A pesar de los numerosos excursionistas que pasan por Calenzana, el pueblo se mantiene tranquilo y la gente es muy amable si uno se toma el tiempo de conversar con ellos.