En el corazón de uno de los países más pobres de Europa y despreciado por los turistas, la capital, Chisináu (Kishiniov en ruso), se presenta como una excepción urbana y animada en este país todavía muy rural y marcado por las tradiciones. Destruida casi en su totalidad durante el terremoto de 1940 y por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, desafortunadamente es muy poco histórica y la reconstrucción bajo el régimen comunista se asimiló a una verdadera barbarie arquitectónica.
Dejando a un lado los aspectos históricos y arquitectónicos, Chisináu sigue siendo una ciudad bastante agradable y animada con numerosos cafés y bodegas, y sobre todo un gran número de parques siempre muy frecuentados. En cualquier caso es la gran ciudad del país, absolutamente imprescindible durante una estancia en Moldavia.