Sidi Bou Saïd tiene una atmósfera única en Túnez. Parece un pueblo de artistas. Es un sitio de una belleza especial. La mezcla de colores de la ciudad es increíble. Las casas son blancas como la cal, las persianas y puertas, detalladas, tienen un color azul, y las buganvillas aportan al conjunto un toque de magenta. Todas estas tonalidades brillan a la luz del sol.
Paseando, podrás ver los moucharabieh. Son balcones envueltos en celosía de madera que permiten ver sin ser visto. Algo muy útil. También están pintados de azul.
Este pueblo está muy bien situado en el Golfo de Túnez. Puedes tomar algo en uno de los pintorescos bares admirando las vistas sobre el Mediterráneo. Cartago no queda lejos de ahí. Este lugar es un sitio de descanso para los tunecinos, así que te podrás relacionar más fácilmente con los locales.
La gente lo llama el pequeño paraíso blanco y azul. Estas son, en efecto, las palabras que vienen a los labios tras descubrir un pueblo histórico tan particular.
Fue paseando simplemente a pie como descubrí este intrigante estilo fusionado con una arquitectura tradicional. Sobre todo destacan los colores, con muros enteramente blancos puntuados de azul, con parasoles y barandillas, imponentes puertas decoradas con claves o incluso moucharabiehs. La posición del pueblo es asimismo impresionante. Situado en la cima de una colina, ofrece una vista panorámica que domina el golfo de Túnez, la ciudad de Cartago y, por supuesto, el mar hasta perderse la vista.
Uno se deja llevar por esta atmósfera, tan tranquila como calmante. La misma dicta el ritmo que se ha de adoptar. Cada callejuela tiene detalles admirables, la vista es magnífica y luego puede degustarse un té local o una limonada en la terraza de un café o en un lecho de jardín.
En definitiva, no digo más. Lo único que puedo hacer es invitarte a descubrir este pequeño remanso de paz. Lugar rico en particularidades e incluso único en su género, ningún viaje por Túnez puede considerarse completo sin hacer una escala en la hermosa ciudad de Sidi Bou Said.
Sin duda, muchos han oído hablar de Sidi Bou Said. Bella ciudad a las afueras de Túnez, con hermosas casas superpuestas sobre las faldas de las colinas. Desde allí se domina el golfo de Túnez y Cartago.
Llegarás al pie de Sidi Bou Said, cuya calle principal sube hacia el pueblo. Este lugar es encantador y acogedor, lo cual atrae a muchos turistas. Este es su único inconveniente, lo que le hace perder un poco de encanto y autenticidad. Allí te recibirán numerosos vendedores de recuerdos, con jaulas de pájaros y objetos de cuero, alfarería tradicional y fouta (telas tunecinas).
Localidad distinguida y bien cuidada, lo cual contrasta con las ciudades vecinas. Los tunecinos acuden a menudo a disfrutar de sus terrazas. Te recomendamos disfrutar de la vista sobre el golfo de Túnez y el Cabo Bon, sobre todo al final del día, con colores anaranjados sobre casas blancas. Me he paseado durante varias horas por las callejuelas sinuosas y los pasajes de Sidi Bou (su nombre alternativo).
La arquitectura de este pueblo mediterráneo combina influencias árabes y andaluzas, con casas de un blanco inmaculado y puertas pintadas en su mayoría de azul. Tanto las ventanas de hierro forjado como los moucharabieh (ventana de madera desde la cual se puede ver el interior sin ser visto desde el exterior) están completamente restaurados. Allí se pueden descubrir grandes moradas burguesas, entre las que destaca el palacio del Barón de Erlanger, abierto al público. Pueblo romántico que ha acogido a numerosos artistas y escritores europeos. Buganvillas en flor: rosa, naranja y fucsia se combinan con los colores tradicionales del pueblo. Perspectivas: una hermosa luz y muchos colores, elementos ideales para los aficionados a la fotografía.
Bajo la colina se extiende un agradable puertecito de recreo. En la playa vecina se puede disfrutar de un merecido descanso y baño. ¡La vuelta es cuesta arriba! Es el momento ideal para degustar un té con menta y una limonada, con preferencia sobre el café y el pan trenzado. Los pasteles también son deliciosos. Para acabar, un paseo por el célebre café de las delicias, desde donde se puede admirar la vista sobre Túnez, al final del día.