Situada en el sudoeste de Hungría, Pécs ha conservado su antiguo centro barroco y una excepcional necrópolis paleocristiana, Patrimonio de la UNESCO. Después de Budapest, Pécs es la segunda ciudad de obligada visita.
Aconsejo:
Lo ideal es pasar allí dos días enteros, o al menos una noche, para descubrir tanto el casco histórico como las rutas de senderismo de los montes Mecsek, cordillera situada a las puertas de la ciudad.
Mi opinión
Comencé miescapada a Pécspaseando al azar alrededor de la plaza Széchenyi y por las calles barrocas del casco antiguo, entre ellas Kiraly y Ferencesek utca, que, en una especie de explosión visual, alineaban viviendas, palacetes, el hotel Palatinus y el Teatro Nacional, todo ello generosamente ornamentado y decorado. Sentado en la terraza del Fregatt Arizona Pub a última hora de la tarde, saboreando el momento, pensé: «Esto es vida».
Una mezquita otomana, iglesias pre y post-otomanas, una enorme sinagoga del siglo XIX, museos de arte... Enseguida me di cuenta de que Pécs no es nada parco en patrimonio. Y, aunque no soy para nada un apasionado de la arqueología, no me arrepiento de haber visitado la necrópolis paleocristiana, Patrimonio de la UNESCO, que cuenta con 24 tumbas de los siglos III y IV, frescos bíblicos y un gigantesco mausoleo en forma de sarcófago.
El patrimonio natural, o más bien el senderismo, también merece mucho la pena. Desde la plaza de Széchenyi se puede ver cómo destaca en el paisaje una torre de televisión: se trata del Misina, uno de los puntos culminantes de los Mecsek, punto de partida de una revitalizante ruta con el canto de las cigarras de fondo.
