Fui sin saber qué esperar, sin haber leído ni una página de una guía turística y sin ni siquiera haberme informado sobre lo que había allí. A veces esa es la mejor forma de que un lugar te sorprenda... ¡Y tanto que me sorprendió! Al llegar a Visby, su capital y localidad principal, me encontré con una increíble ciudad medieval, testigo del pasado hanseático del lugar. Después, no dejé de hacer excursiones por aquel lugar del que nunca antes había oído ni hablar.
Gotland es un lugar un poco aparte en Suecia. Situada en el mar Báltico a la misma distancia de Letonia, la isla tiene más emplazamientos góticos que ningún otro lugar de Suecia, unos paisajes naturales magníficos (entre ellos, unos acantilados impresionantes) y, además, una cultura culinaria muy pronunciada con muchísimos artesanos locales y restaurantes gastronómicos.
El motivo principal para visitar la isla de Gotland es su abundante historia y sus sorprendentes paisajes.
Me encantó pasearme por la auténtica ciudad vieja de Visby. Allí podrás observar numerosos edificios de época y me gustó especialmente pasear por las murallas. Las murallas se encuentran en muy buen estado de conservación y son impresionantes. Además, hay varias iglesias muy visibles en los diferentes barrios.
Más al norte, en la isla de Fårö, donde nació Ingmar Bergman, pude disfrutar de los numerosos "raukar", columnas de piedra caliza. Tomé el sol junto al mar y disfruté de un entorno prácticamente lunar. Igualmente, me encantaron las pequeñas carreteras y los numerosos molinos.
Después de visitar Estocolmo y su archipiélago, terminé mi primer viaje por Suecia pasando unos días en la isla de Gotland, donde una amiga sueca tiene una casa familiar. La isla de Gotland merece mucho la pena para cualquiera que decida viajar a Suecia.
La ciudad medieval de Visby tiene mucho encanto y es muy agradable pasear por ella en pleno verano y recorrer sus murallas. En el resto de la isla, hay un montón de amapolas y muchos ciclistas. La isla es plana, así que eso ayuda.
Dimos la vuelta a la isla y después fuimos a la playa al atardecer para ver la puesta de sol. Mis amigas suecas, que están acostumbradas, se bañaron, pero yo con el agua a 15 grados preferí no arriesgarme. Al norte de la isla hay unas rocas enormes impresionantes, esculpidas por la erosión (los raukar). Me recordó un poco a la Bretaña francesa. Esta zona se aleja de los tópicos que tenemos de los países nórdicos de cabañas de madera, lagos y bosques.