Precisamente yo formo de esa categoría de personas y, sin embargo, me encantó. Vale, el barco se hundió durante su viaje inaugural en 1628, pero no por eso deja de ser impresionante, y, además, no todos los días tiene uno la ocasión de acercarse tanto a una embarcación de tal tamaño. Eso también permite comprender un poco mejor la historia de la ciudad, darse cuenta de la herencia que dejaron los vikingos y también comprender la importancia que tiene la navegación marítima en el país.
El museo, de varias plantas, está construido en torno al barco. También hay explicaciones en varios idiomas sobre los métodos utilizados para sacar el barco fuera del agua.
En invierno hay una ventaja: tendrás acceso gratuito a unas taquillas para dejar el abrigo y otras cosas que te estorben. ¿Que si hay inconvenientes? ¡El barco es demasiado grande para caber en una sola foto! A parte de esto, que, en realidad, no es para tanto, no tengo nada que decir. Os aconsejo mucho esta visita, tanto a los adultos como a los niños, que soñarán un rato con piratas y vikingos.
Si tienes la oportunidad de visitar Estocolmo, ¡ve al Museo Vasa! No hay excusa para no ir. Nada de "no me gustan los museos" o "los barcos no son lo mío." El lugar es tan impresionante que acabará con todas tus reticencias.
Durante mi visita, una cola desproporcionada casi me hizo cambiar de idea. Pero, para mi sorpresa, tuve la oportunidad de acceder al ambiente mágico del Museo Vasa mucho más rápido de lo que esperaba.
En el interior, el navío es impresionante. Visto desde el suelo, su tamaño abruma y subyuga. Pero se puede observar desde (casi) todos los ángulos, gracias a una inteligente escenografía creada con pasarelas en varios niveles. Una experiencia que hará las delicias de pequeños y mayores, amantes de las visitas culturales y de la historia, curiosos y soñadores.