Gotemburgo es una ciudad de tamaño manejable y con una calidad de vida excepcional: joven, dinámica, distendida y moderna, esta ciudad me enamoró por muchos aspectos, empezando por su casco antiguo, lleno de encanto. Orientado al mar, el puerto de Gotemburgo tiene un centro majestuoso donde sus edificios, que datan sobre todo el siglo XVIII, compiten en grandiosidad. Los numerosos parques de la ciudad también aportan valor al lugar, mientras que los incontables museos de arte (sobre todo contemporáneo) indican que Gotemburgo es una ciudad totalmente volcada en la modernidad.
En efecto, quizá la ciudad sea un epicentro de la cultura joven y moderna, con su número incalculable de cafés, bares y restaurantes (algunos de ellos con muchas estrellas). La gran población estudiantil le da a la ciudad una energía sin igual. Su rivalidad con Estocolmo le sirve de estímulo, mientras que las numerosas industrias y actividades terciarias le garantizan un alto nivel de vida. De visita obligada durante un viaje a Suecia.
Gotemburgo es una ciudad que quizá no tenga demasiado que envidiar a Estocolmo.
Con su preciosa ópera, su famoso teatro, sus numerosos parques, sus fascinantes museos, sus coquetos cafés, sus tiendas de moda, su célebre mercado navideño y sus archipiélagos paradisiacos, Gotemburgo tiene todo lo que podrías encontrar en una gran ciudad. Cuando fui entendí mejor por qué unos amigos suecos bromeaban comparando la rivalidad entre Madrid y Barcelona con la de Estocolmo y Gotemburgo.
La verdad es que Gotemburgo tiene encanto y sabe cómo seducir. Esta ciudad es el lugar ideal para cultivarte. Gotemburgo siempre está en movimiento y es capaz de acoger a sus múltiples visitantes. Recorriendo esta ciudad, me sorprendió su dinamismo y me gustó la originalidad de sus habitantes. Desde el puerto a las calles comerciales, pasando por los archipiélagos, me conquistó completamente.