Lo que más me gustó fue la tranquilidad de Veliko Tarnovo, un entorno en el que pude relajarme. No se ven demasiados turistas, además me gustaron los perros y gatos que deambulaban por las encantadoras callejuelas cerca de la calle Ivan Vasov. Esta parte de la ciudad es llamativa por su arquitectura, con unas casas increíbles de dos plantas por un lado, y de cinco por el otro, ya que la ciudad está construida sobre la ladera de la montaña.
Me paré mil veces para tomar fotos a lo largo del río Yantra, que va serpentenado por el centro de la ciudad y se dirige hacia el monumento de Assens, dedicado a tres reyes búlgaros. A continuación me acerqué a la fortaleza de Tsarevets que domina todo el valle. Al subir a lo alto, entré en una pequeña iglesia con unas pinturas murales que se encuentran entre las más originales que he visto nunca.
Con sus tejados rojos, su fortaleza y su ideal ubicación, a las orillas del río Yantra, Veliko Tarnovo hace las delicias de los turistas que se acercan a Bulgaria, y al llegar entendemos el por qué. Además del asombroso centro de la ciudad, recuerdo del segundo Imperio búlgaro, con su ciudadela y sus innumerables ruinas, cuenta con Veliko Tarnovo, una ciudad también activa y dinámica con una vida nocturna muy animada. La ciudad alberga una de las universidades más grandes de Bulgaria.
Es sin duda alguna el destino en Bulgaria que más me ha gustado, además de por sus barrios excepcionales, con numerosos bares y restaurantes, por los campos de los alrededores que dan la oportunidad de realizar impresionantes caminatas. Una parada imprescindible de un viaje por Bulgaria.
Llegué a Veliko Tarnovo en una noche de niebla en medio del invierno y tras pasar unos meses entre Turquía y el Cáucaso. Ya había luchado demasiado y no esperaba quedarme mucho más tiempo, pero era muy tarde para levantar un dedo en mitad de la noche. Así que seguí las luces para hacer un turismo nocturno y me quedé pasamado con la fortaleza de Tsarevets.
Dominando la ciudad de los zares, la fortaleza por sí sola justifica la visita a Tarnovo. En la niebla parecía fantasmagórica, como si una vida de otro tiempo rondase por el sendero empinado que llevaba a los muros protegiendo la iglesia que sobresale en las alturas. La vista de la antigua capital es impresionante y las montañas de los alrededores, tachonadas por los senderos, son el entorno ideal para relajarse en mitad de la naturaleza durante un viaje por Bulgaria.