Jimma es realmente un lugar alejado de los circuitos convencionales, en una región poco frecuentada por los turistas, al oeste del país. La ciudad en sí misma no es nada agradable, como muchas otras ciudades del país, pero es auténtica.
Se puede visitar el palacio de Aba Jifar, el rey de una dinastía oromo muslumana que reinó en el siglo XVIII. En el museo de Jimma, se puede ver el trono del último soberano, tallado en madera en una sola pieza. Debido a las pocas visitas, los lugares no están muy bien cuidados.
Las calles centrales son conocidas por la artesanía que se vende, ya que la ciudad es un importante centro comercial: joyas, objetos de madera, mimbre... El mercado de la ciudad se abre todos los jueves.
Una posibilidad es quedarse en Jimma para conocer las tribus del norte del valle de Omo, muy poco visitadas y bien preservadas: los guragé, los surma, los tishana, los boumé y los dizi. Entonces podemos hacer la ruta Jimma - Sodo, una nueva carretera que permite llegar al Valle de Omo.