Fui a Nazaret sobre todo por la presión familiar. La ciudad es bonita, pero si eres ateo convencido como yo, puedes pasar de largo.
Sin embargo, me alegro de haber ido: pude ver la iglesia (o basílica) de la Anunciación (que no tiene nada especial) y conocí ahí a mucha gente diversa, incluyendo a muchos extranjeros decepcionados por el concepto del kibutz (se lo imaginaban más esclavista), o a otros que esperaban ser explusados del país por haber pasado por un paso fronterizo prohibido a los extranjeros. Todo un cruce de destinos.
Un buen sitio enNazaret (más bonito que la iglesia / basílica en mi opinión) es el mercado de especias, que está en la calle que sube por la basílica hacia la parte alta de la ciudad.
A primera vista, la ciudad de Nazaret puede desanimarte bastante. Situada en una hondonada y presa del caos, la ciudad puede provocarte una sensación de agobio. En cuanto sales del autobús o del coche, cruzas la pequeña plaza del centro a toda prisa para precipitarte hacia la Basílica de la Anunciación y luego te vuelves a ir cuando se termina la visita.
Sin embargo, desde hace algunos años, Nazaret se está esforzando por mantener a sus turistas. De hecho, algunos de sus habitantes han restaurado varias viviendas antiguas y tradicionales del centro de la ciudad para convertirlas en cafeterías, restaurantes y pensiones. Aunque no pases la noche allí, merece la pena que vayas a verlos solo por su arquitectura. El mercado (zoco) también ha sido restaurado. Si no tenemos en cuenta los típicos recuerdos y souvenirs, se pueden encontrar productos excelentes. Cada vez que voy de viaje a Israel, siempre voy a comprar café de cardamomo fresco y molido.