Dependiendo de la parte que visité del desierto de Namib, me enfrenté a las dunas anaranjadas de Sossusvlei o a las doradas de la costa de los Esqueletos. En cada caso mi vista pudo perderse a lo lejos contemplando estos paisajes sublimes que se extienden hasta el infinito.
La mayor parte de mis excursiones en el desierto de Namib fueron con guías porque, conducir en la arena, ¡no es tarea fácil! Pero qué gusto rodar sobre las dunas doradas de la costa de los Esqueletos, subir a las dunas del parque nacional de Naib-Naukluft, maravillarse ante la resistencia de la vegetación en este ambiente hostil, rodar durante horas en pistas desiertas y pedregosas sin cruzarte con un alma. Una libertad que no existe en ninguna parte en Europa y que me recuerda que eso es viajar, enfrentarse a lo desconocido y a nuevas experiencias.