No estoy seguro de qué imagen debo guardar de Saranda. Si debo guardar en la memoria esta ciudad al borde del mar, polvorienta y llena de hormigón, en la que las playas han sido transformadas en aparcamientos, con el cemento que se ahoga en las aguas contaminadas, las calles anárquicas del centro, donde reina un tráfico desagradable o, antes bien, guardar la imagen de Saranda como la de una pequeña ciudad animada, ciertamente fea, pero encantadora por su lado tradicional, sus terrazas de cafés, su playa en plena ciudad a la que vienen a tomar el sol sus jubilados y sus numerosos restaurantes de pescado.
Finalmente, pienso que Saranda es un poco de las dos. No aconsejaría calurosamente, por supuesto, ir allí, pero si estás ahí, apreciarás sin duda (un poco) el ambiente particular de la ciudad.