Pequeña ciudad minera situada al sudeste de La Paz, Oruro es conocida por su famoso carnaval de febrero-marzo. Te aviso de que, aparte de en esa época de fiestas, la ciudad no tiene apenas interés. Aunque es menos conocido que el pomposo carnaval de Río de Janeiro, este colorido y alegre festival está inscrito en el Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO.
El principio de las fiestas está marcado por una larga procesión en honor a la Virgen del Socavón. A pesar de las plumas y las lentejuelas, el carnaval es sobre todo una fiesta religiosa. Como dato histórico, Oruro fue evangelizada por los jesuitas en el siglo XVI. Así, las creencias paganas y el catolicismo generaron un sincretismo religioso aún muy presente en Bolivia.
Ve a las estrechas gradas para ver el carnaval. Ante tus ojos, desfilarán 28.000 bailarines y 10.000 músicos por las callecitas de la ciudad. ¡La verdad es que es mucha gente! Cada comparsa lleva el estandarte de su región y participa en batallas de baile, cada cual más espectacular. La más conocida, la Diablada, simboliza la lucha de las fuerzas del bien y del mal y pone en escena a bailarines vestidos de ángel o de diablo. Más allá, otros bailarines rinden homenaje a los mineros bailando la Morenada.
Animado por los demás espectadores, seguro que enseguida entras en el juego y te pones a tirar serpentinas y bombas de agua al desfile. A veces se nos olvida que detrás de esas máscaras aterradoras y esos espectaculares disfraces se esconden seres humanos. ¡Es la magia del carnaval de Oruro!
A medio camino entre Potosí y el salar de Uyuni, la ciudad de Oruro es triste, fea y sin ningún interés. Los autobuses paran allí a menudo. Francamente, te aconsejo no bajarte salvo que te obliguen.
Durante mi paso, cuando me disponía a pasar la noche en la helada estación de autobuses, el viento y el frío me empujaron a saltar en el primer autobús que se paró. No era el destino que esperaba, pero nunca en mi vida había tenido tanto frío. Uno de los recuerdos mas difíciles de mi viaje a Bolivia.
Carece de interés como para ir a pasar tiempo allí, salvo durante el carnaval que tiene lugar todos los años a finales del mes de febrero. En ese momento la ciudad se transforma, abandona su gris cotidiano para hacer hueco a brillantes colores. Oruro se vuelve magnífica y única.