En la región de Otavalo, hice una ruta de senderismo hasta el lago San Pablo con un amigo ecuatoriano, que me quería mostar la parte indígena de su país natal.
Por su aspecto, esta región podría recordar a la Auvernia francesa, pero su atractivo reside en el contacto con los habitantes de los pequeños pueblos que cruzamos. Recuerdo, por ejemplo, que jugamos un partido de voleibol con los niños, en un callejón.
En cuanto al lago en sí, no me pareció nada extraordinario, excepto el hecho de que se encuentra a los pies de dos imponentes volcanes: el Cayambe y el Imbabura. Algunos turistas hacen vela o piragüismo en este lugar. Después del lago San Pablo, continuamos nuestro camino hasta la cascada de Peguche. Tengo un buen recuerdo de la visita porque, en aquel momento, no había visto nunca una cascada tan alta.