Georgia es uno de mis destinos preferidos de este año, especialmente por la legendaria hospitalidad de los georgianos. No hay segundas intenciones con visos económicos cuando los autóctonos te invitan a su mesa, para beber té o incluso para compartir una comida. Lo hacen simplemente por curiosidad y por compartir un momento juntos e intercambiar impresiones sobre vuestros respectivos modos de vida.
Es un placer encontrarse con esa sensación de relación sincera. Especialmente después de haber viajado por el sudeste asiático, donde a menudo tuve la sensación de ser un monedero con patas.
De los tres días que pasé en Telavi, me quedo con la calurosa acogida de los habitantes de la zona. El primer día, me encontré con un estudiante georgiano que me invitó a su casa con su familia. Pasamos la noche cocinando un plato típico acompañado de un buen vino. Al día siguiente, fui a visitar el monasterio de Nekressi. Escuché música a lo lejos, por lo que seguí la melodía hasta que vi a una familia de unos 25 miembros reunida en torno a una gran mesa, donde celebraban el nacimiento de un bebé. En cuestión de segundos me invitaron a la mesa: a comer, beber, bailar e incluso a tocar música con ellos. La familia no hablaba ni una sola palabra de inglés y muy poco ruso.
Ese momento en Telavi es mi recuerdo preferido de Georgia. Además, te animo a que busques el contacto con los habitantes porque los georgianos son muy generosos y joviales.
Pequeña ciudad adormecida de 20.000 habitantes, no hay nada que distinga a Telavi de las demás ciudades medianas de Georgia. Su centro es bastante soso, quizá con una influencia soviética un pelín más marcada que en otros lugares, y la ciudad se caracteriza por una ausencia casi total de sitios históricos, aparte de algunas iglesias y una residencia real que data del siglo XVII.
Sin embargo, a pesar de esta carencia, Telavi me enamoró por las vistas que tiene a las montañas de la cordillera cercana del Gran Cáucaso y, sobre todo, por su ubicación, en el centro de una de las regiones más agradables durante un viaje por Georgia: Kajetia. En efecto, allí, en ese paisaje de colinas vinícolas, se encuentran algunos de los más importantes monasterios del país, que sin duda merece la pena visitar.