Solo es «el» cuarto río más importante del sudeste asiático y sin duda el más mítico.
El Mekong traza un recorrido sinuoso, a ratos agitado, a ratos rico en nutrientes, y salpicado de sitios y ciudades que han forjado su historia alrededor del río. Durante los 2 200 km que recorre por territorio chino, su desnivel total alcanza los 4 500 m. ¡No es de extrañar que su potencia hidrológica sea tan elevada! Además, es su energía la que le ha dado su apodo de «río tumultuoso» (Lancang Jiang) en la provincia de Yunnan.
Entre los retos a los que se enfrenta actualmente el Mekong, destacan los relacionados con el desarrollo turístico (que quizá sea exagerado en algunos lugares), la amenaza que generan las presas y los proyectos hidroeléctricos e incluso la necesidad de una gestión más sostenible de los recursos fluviales.
Considero que el Mekong es tranquilo y relajado. Lo mejor fue optar por hacer un crucero de varios días, en el que pude visitar tanto el lago Tonlé Sap como el río Mékong: los paisajes son sublimes y puedes observar escenas de cotidianas de Camboya, porque hay muchos habitantes que viven en las orillas del río.
Durante el crucero por el Mekong, me detuve en varios pueblos de pescadores y pueblos flotantes, como el de Kampong Chhnang, el pueblo flotante más grande de Camboya. Viajar por el Mekong te permite hacer un viaje repleto de encuentros con la gente y de descubrimientos.
Cerca de Phnom Penh, visité la isla de Koh Dach, también conocida como la isla de la seda, que está situada en el río Mekong. Los habitantes de esta isla viven principalmente de la pesca y de la elaboración artesanal de telas.
Lo mítico del Mekong es que constituye un importante centro de interés para cualquier viajero itinerante en el sudeste asiático. Efectivamente, lo encontrarás en todas partes pues atraviese muchos países como China, Birmania, Laos, Tailandia, Camboya y Vietnam.
En Laos, me gustó particularmente llegar a la ciudad de Luang Prabang desde la frontera tailandesa, pues eso me permitió viajar tranquilamente, siguiendo la corriente, y apreciar la calma que domina Laos.
Mucho más que una simple vía navegable, el Mekong permite viajar. Me encantaron los paisajes montañosos que rodean el río, esa sucesión de acantilados abruptos y calizos, sin olvidar las numerosas piraguas y los pequeños barcos de pescadores.
El Mekong es un río de leyenda. Imposible no estremecerse ante la sola evocación de su nombre. Nos recuerda a todos algo mágico, una imagen de infancia, un sueño un poco borroso. Y cuando por fin se nos aparece, no nos sentimos decepcionados. El río es inmenso, todo hay que decirlo, no podremos verlo en su totalidad a no ser que tengamos varios meses por delante. Pero incluso si no ves más que un trozo, tendrás imágenes de vida magníficas grabadas en la memoria. Un niño que atraviesa con su rebaño de bueyes, ropa que se seca extendida sobre la orilla opuesta creando un mosaico de colores, aldeas colgadas en las laderas de las montañas que se elevan a ambos lados... Muchos paisajes excepcionales en el Mekong.
De hecho, nos sentimos claramente en el fin del mundo. Durante mi viaje por Laos, pasé por el Triángulo de Oro, en la frontera con Tailandia, y pasé dos días en el Mekong, el tiempo de llegar a la primera aldea laosiana. Confort antiguo, pero da igual, porque el sentimiento de libertad inmensa que se apodera de nosotros no tiene parangón. Las fotos hablan por sí mismas.