Pasé un fin de semana durantemi recorrido por Namibiaen el desierto del Kalahari. En lugar de quedarme en Windhoek como estaba previsto, amigos namibios me dieron la sorpresa de llevarme a un campamento namibio, es decir, en el desierto.
Habíamos elegido un alojamiento en el desierto del Kalahari, cerca de la frontera con Botswana, un lugar increíble. Los colores anaranjados con pequeñas matas de hierbas amarillas surgían por el entorno. No había muchos árboles ni vegetación, las carreteras de tierra eran largas, las llanuras extensas invitaban a dormir, y hacía un calor agotador durante el día, incluso en invierno... Pero para alguien como yo que vive en una gran ciudad, ese inmenso desierto vacío me ha fascinado. No hay un ser humano en kilómetros, una soledad encantadora.