Kirkenes no es una ciudad como las demás de Finnmark. Paseando por ella, rápidamente me di cuenta que la influencia rusa allí era mayor que en otros sitios, y los nombres de las calles, a veces escritos con el alfabeto cirílico, me dieron la razón.
Así, visitando la ciudad de Kirkenes noté un ambiente particular, pero la sensación no era desagradable. Después, para aprender más sobre la historia de la ciudad, visité el museo "Grenseland", que me ayudó a comprender cómo unos pueblos tan distintos pudieron convivir durante tanto tiempo. También me encantó descubrir el trabajo de John Savio, un artista sami del siglo XX.
Después, para hacer una escapada por la naturaleza, me fui en dirección a Bugøynes, a una hora y media de allí, y comprendí porque ese pueblo tiene el sobrenombre de "la pequeña Finlandia".