Castro es una agradable ciudad portuaria situada al sudeste de la isla de Chiloé. A pesar de lo caprichoso que es el tiempo en este islote remoto y salvaje, se vive bien. Esta sensación de aislamiento no nos termina de abandonar durante nuestra estancia en la isla de Chiloé.
La ciudad de Castro es especialmente conocida por sus palafitos: innumerables casas multicolores construidas sobre pilotes a finales del siglo XIX. Además, sus iglesias de madera forman parte del Patrimonio Mundial de la Unesco.
Un día típico en Castro comienza con un pequeño paseo por el centro de la ciudad en busca de la Iglesia San Francisco. Verdadera obra maestra de la arquitectura, este edificio religioso está hecho de madera y tiene un color amarillo muy alegre. A continuación, nos dirigiremos a la Plazuela del Tren para admirar una pequeña locomotora, única reliquia de la vía férrea que unía Ancud y Castro. A la hora de comer hay que probar el curanto, plato oficial de la isla hecho a base de patatas y marisco. Durante la última parte del día puedes hacer una excursión en barco o a caballo. Para comprar souvenirs lo mejor es ir a la Feria Artesanal Lillo.
Castro es un lugar que invita a la ociosidad. Puede que las personas más activas tiendan a aburrirse en esta ciudad tan tranquila pero afortunadamente la oficina de turismo ofrece múltiples actividades culturales y deportivas.
Si tienes curiosidad por descubrir esta increíble isla de Chiloé, te aconsejo empezar por Castro, su capital. Aprovechemos rápidamente unos rayos de sol para hacer la visita.
En primer lugar, hay que andar a lo largo de la costa para ver los palafitos, las casas de pescadores de madera apoyadas sobre estacas. En la cala, los barcos de arrastre de colores descansan antes de afrontar la cólera del océano, que no suele ser muy pacífico en estas latitudes. El viento cambia ya y el sol da paso a la llovizna. Nada por lo que preocuparse. Sígueme y volvamos a la ciudad. Al igual que las casas, la catedral de San Francisco es de madera y está pintada de colores. Al menos lo estaba, porque el amarillo y el malva de origen se han descolorido. El interior también es de madera. No es espectacular, pero es muy bonito.
Es imposible irse de Castro sin probar sus deliciosas empanadas de marisco.