Desde Tunja, tardamos hora y media de autobús para llegar a Villa de Leyva. Gracias a una hermosa llegada soleada pudimos pasear por las calles empedradas de la ciudad blanca. Esta visita me llenó de satisfacción, por mi pasión por la arquitectura colonial. El toque extra de encanto lo aportaron las montañas circundantes a Villa de Leyva.
También descubrimos varios buenos restaurantes donde el almuerzo era excelente y a precios más que razonables. Cuidado con los bares y restaurantes de la plaza principal, que sin duda ofrecen una bonita vista, pero eso se paga. Alejaos de esta plaza y encontraréis excelentes restaurantes en las calles aledañas.
Esta es vuestra oportunidad para llevaros algunos gratos recuerdos culinarios, como los plastos con el famoso Arequipe, la especialidad de la región.
Podréis visitar el museo de la ciudad; nosotros no pudimos, ya que fuimos allí un miércoles, que es cuando cierra.