Apunta hacia la costa Pacífica de Costa Rica, donde el mar se funde con los manglares y el sol enciende las playas al atardecer. Puntarenas, antiguo gran puerto comercial del Pacífico convertido en un animado punto de paso, es mucho más que una simple escala. Es un concentrado de naturaleza, tradiciones locales y placeres marítimos. Desde la exploración de reservas naturales secretas hasta el sabor del ceviche, que sabe mucho mejor con los pies clavados en la arena, aquí tienes seis sitios imprescindibles que no te puedes en Puntarenas.
1. Pasear por el Paseo de los Turistas
Eje principal de la ciudad, el Paseo de los Turistas bordea la playa principal y concentra toda la esencia de Puntarenas. Aquí late el corazón de la ciudad entre conciertos improvisados, familias paseando y vendedores de granizados o churchills (deliciosa versión del granizado enriquecida con leche en polvo y helado de vainilla).
Por la noche, el aire se llena de aromas dulces y salados, los altavoces suenan con ritmos latinos y el mar se convierte en un espejo dorado bajo las luces nocturnas.
2. Cruzar en barco hacia isla San Lucas
A pocos minutos en barco desde el puerto, la isla de San Lucas te lleva a una historia tan fascinante como sombría: la de su antigua prisión, hoy transformada en parque nacional. A través de las celdas aún visibles, adornadas con emotivos grafitis carcelarios, recorres esta isla fantasmal, ahora refugio para monos capuchinos, boas y ciervos de Virginia. Un lugar extraño, misterioso, en el que el tiempo parece haberse detenido.
3. Bañarte en la playa Doña Ana
A solo quince minutos del centro, la playa Doña Ana es discreta y local, ideal para una pausa entre exploraciones. El agua es tranquila, perfecta para bañarte, y los grandes almendros ofrecen una sombra excelente para hacer un pícnic. Aquí, las familias costarricenses se reúnen alrededor de una barbacoa, los niños persiguen cangrejos entre las rocas y el tiempo parece detenerse para una tarde simple y perfecta.
4. Admirar la puesta de sol desde el muelle
Cuando el día toca a su fin, el lugar perfecto es el muelle de Puntarenas. El embarcadero que se adentra en el mar ofrece un panorama imponente sobre el océano Pacífico. El horizonte se enciende con colores cálidos, los pelícanos se lanzan en picado sobre el agua para cazar peces, y los pescadores siguen lanzando la caña, buscando una última oportunidad. Si buscas un momento suspendido en el tiempo y mágico, aquí, entre cielo y mar, lo encontrarás.
5. Hacer una excursión a la península de Nicoya
Puntarenas es también una puerta ideal hacia la península de Nicoya, con sus playas vírgenes, sus pueblos surferos y sus reservas naturales protegidas. Desde el puerto, embarca en los ferrys hacia Paquera o Naranjo. En pocas horas, te adentras en otro mundo, entre las olas de Santa Teresa, los senderos del refugio de vida silvestre Curu o las puestas de sol doradas de Montezuma. Una libertad al alcance del ferry.
6. Descubrir las tradiciones en el mercado municipal
Grandes bloques de queso fresco, sacos de arroz por kilo, jugos recién exprimidos y vendedoras con sonrisa franca: bienvenido al bullicioso mercado central de Puntarenas. Un compendio de cultura local donde pruebas, negocias y aprendes. Las mesas de fórmica alineadas cerca de las cocinas ofrecen una gastronomía casera generosa, entre gallo pinto y mariscos. Un lugar vivo, auténtico y lleno de sabor para palpar el pulso de la ciudad desde el plato.
Puntarenas no tiene la grandiosidad de los grandes destinos costeros ni es la típica postal de los paraísos tropicales. Pero tiene un alma cálida, que está acompañada dela sal en la piel y la sinceridad de los lugareños que aún viven al ritmo de su historia. Con la ayuda de un experto local, puede convertirse en un punto de partida ideal para una aventura profunda en Costa Rica, siempre en contacto directo con su esencia.
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