Además de paisajes impresionantes, Ilocos Norte promete momentos inolvidables para todo el que se acerque. Las playas, las dunas, las cuevas y su patrimonio histórico, como las iglesias construidas durante la ocupación española, me impresionaron un montón. Pero lo que de verdad me dejó prendada del lugar, el verdadero tesoro de Ilocos Norte, son sus habitantes, exageradamente amables, siempre dispuestos a compartir su tiempo y sus experiencias con los viajeros. Me hacía mucha gracia que, siendo hispana, pillaba de vez en cuando alguna palabra española en medio de ese galimatías que es el tagalo.
Durante todo el viaje por Ilocos Norte, lo único de lo que me puedo quejar es de los restaurantes. La relación calidad-precio no es muy buena que digamos. Si quieres tener una alimentación de calidad, te costará más que en otros países de Asia, aunque siempre seguirá siendo más barato que en Europa.