Flower Island es el paraíso de todo aspirante a robinsón, pero también para cualquiera que quiera encontrar la paz consigo mismo.
Creo que se sentirá feliz consigo mismo todo el que pase uno, dos o más días totalmente aislado del mundo. Después de bastantes horas sin electricidad, no esperes poder hacerte fotos con el móvil para mandárselas a tus amigos y que se mueran de envidia.
Es una isla para aventureros que quieran apartarse del mundanal ruido, en medio de un escenario mágico. Estarás, literalmente, con los pies en remojo, en un islote que es propiedad de un francés que se dedica a cultivar perlas. ¡Hay que vivirlo durante un viaje a Filipinas!
Comerás marisco, presenciarás puestas de sol grandiosas y te bañarás entre peces de colorines en unas aguas cálidas y cristalinas. Todo el mundo debería vivir esta experiencia, por lo menos, una vez en la vida.