Lanquín en sí no tiene ningún interés turístico, pero es uno de los imprescindibles de cualquier viaje por Guatemala simplemente por encontrarse muy cerca de Semuc Champey. Está situado a tan solo 70 km de Cobán, pero no hay que fiarse de la distancia. ¡Y con razón! Para llegar allí, son necesarias 3 horas de camino, de las cuales en las 2 últimas vas serpenteando los flancos de la montaña a ritmo de tortuga. Al menos los paisajes son fantásticos y compensan en parte el suplicio de escuchar la horrible música evangélica de un conductor pésimo.
Lanquín es un pueblecito tranquilo, en el que podrás encontrar algunos hoteles buenos, que muchas veces están situados a orillas del río Cahabón.
Nos propusieron ir a visitar las cuevas de Lanquín y aceptamos (mi mujer y yo estábamos haciendo un viaje para celebrar que había vuelto de Europa). Aunque no es indispensable, recomiendo encarecidamente esta visita que se hace al caer la noche: la marea de decenas de miles de murciélagos abriendo vuelo es espectacular. Además, lo peor que te puede pasar es que te rocen. Lo más interesante de la visita fue sin duda que descubrimos un bicho muy extraño, una especie de híbrido de escorpión y araña, tan monstruoso e insólito como inofensivo.
Particularmente aprecié la belleza del paisaje en los alrededores de Lanquin. La carretera que lleva al pueblo es sinuosa y no siempre asfaltada, pero eso añade encanto a los lugares. ¡Se merece y es genial!
Desde Lanquin, los albergues proponen una excursión de un día que incluye la visita a las grutas de Lanquin y a las cascadas de Semuc Champey. Yo preferí ir allí por mis propios medios, ver lo mismo y pagar bastante menos.
Durante tu estancia en Guatemala es preciso ir sin falta a ver las cascadas de Semuc Champey, de un azul increíble debido a composición caliza. Las piscinas naturales se suceden, formando pozas en las que resulta agradable bañarse. ¡Hay que tomar una foto desde las exuberantes colinas para un efecto de lo más pintoresco!