Situado en el camino que va desde Oporto hasta Aeviro, Santa Maria da Feira constituye un pequeño pueblo apartado de la común agitación que anima las ciudades portuguesas durante el verano. Llegué en coche a la ciudad con idea de pasar solo unos minutos allí, pero enseguida me dejé llevar por el ambiente de la fiesta medieval que se celebra durante el mes de agosto.
Al pie del castillo, los habitantes vestidos para la ocasión acogen a los visitantes. Al doblar una esquina me topé con un combate entre caballeros; más lejos, una banda de trovadores entonaba canciones medievales al son de gaitas. El olor de la carne de cerdo asada en espetón, al modo de la época, despertó mi apetito y me sacó de mi ensueño.
Gastronomía, juegos, teatro, artesanía... todo ello bajo la sombra del castillo: guardaré por siempre entre mis recuerdos mi visita a Santa Maria da Feira.
Si no fuera por la fiesta, de esta ciudad solo merecería la pena visitar su castillo.