Sivas, a pesar de la apariencia asfaltada y anárquica que puede dar a simple vista, es una ciudad muy agradable. Llegué una tarde del mes de mayo y me encontré con mucha vida alrededor de la comercial avenida Atatürk y de la elegante plaza Hükümet. Cené en una lokanta estupenda de allí y esperé con curiosidad mi visita del día siguiente.
Lo que más me sorprendió fue el gran número de mezquitas, madrazas, baños y caravasares de las épocas seléucida y otomana. Sivas está llena de monumentos históricos. La Gök Medressi y la Gran Mezquita, tan depurada, son especialmente magníficas.
También me gustó bastante el museo de la ciudad, que sumerge a sus visitantes en la historia moderna de Turquía. La primera sección muestra la herencia otomana de Sivas, que en parte ya había visto en sus edificios esa misma mañana, mientras que la segunda trata del Congreso de Sivas, una etapa de la unificación turca de 1919.