Me gustó mucho Koh Kong, un destino tranquilo, limpio y con una flora y fauna bien conservadas.
No me alojé en el mismo Koh Kong, donde puedes encontrar varios hoteles interesantes a la orilla del mar, sino que me dirigí a Tatai, a 30 minutos de alli, un pueblo ubicado en medio de los manglares y la selva. Practiqué kayak, escalada y visité los manglares. También fui a la cascada de Tatai, en donde te puedes bañar durante la estación seca (de diciembre a junio).
Koh Kong es un destino ideal para las familias, ya que podrán disfrutar de playas y muchas otras actividades, además es un destino romántico, perfecto para disfrutar de una luna de miel original.
Nota: Koh Kong también es conocido por los turistas asiáticos, ya que es una ciudad que hace frontera con Tailandia, en la que se encuentran varios casinos.
Durante la temporada alta, Koh Kong está muy solicitada y, a mi llegada a Sihanoukville, me enteré con desagrado y sorpresa de que la ocupación era plena. Dado que la comunicación entre la tierra firme y la isla es relativa, podía coger un barco y tratar de encontrar un alojamiento o esperar al día siguiente.
Hay una lancha motora y un barco normal para llegar a Koh Kong, opté por el primer medio de transporte, que es mucho más rápido. Al llegar al embarcadero, se extendía ante mí una hilera de bares y restaurantes frente a la playa. Un poco más lejos veía bungalows haciendo contraste. Tras esta primera fila de construcciones: ¡la jungla! El lugar es muy agradable, la playa bonita y limpia. Si nos alejamos un poco, enseguida nos encontraremos solos, con poca gente alrededor.
Los amantes de la soledad se encontrarán aún mejor al atravesar la isla y la jungla hasta Long Beach, que encierra una sublime playa y muy pocas construcciones sólidas, formando así un hermoso paisaje en el extremo del mundo.
En Koh Kong hay poca actividad, ya que en gran parte de la isla no hay acceso debido a la vegetación. Posibilidades que se ofrecen: buceo, velada con alcohol y, por supuesto, largos baños. En resumen: el lugar ideal para tumbarse a descansar frente a un paisaje de ensueño.