Llegamos a Riohacha desde Santa Marta para poder pasar una etapa allí antes de dirigirnos al desierto de la Guajira. Nos costó mucho encontrar un hotel barato en este lugar; finalmente dimos con un sitio correcto cercano a la estación.
Aprovechamos nuestro único día allí para observar el regreso de los pescadores que venían a vender el fruto de su trabajo en la gran playa que rodea toda la ciudad. Aquí pudimos tener un primer encuentro con las mujeres Wayuu que vienen a vender sus cestas y sus objetos artesanales de múltiples colores.
El resto de la ciudad no tiene mucho que ofrecer y tampoco se aconseja pasar mucho rato por las calles al caer la noche. Por el contrario, hay algunos restaurantes especializados en marisco al borde del mar, y puede valer la pena visitar uno de ellos para pasar una velada romántica.