La iglesia de San Lorenzo de Almancil es un pequeño milagro, que tienes que ver con tus propios ojosdurante una estancia en Portugal: me enteré de que los habitantes de esta pequeña ciudad la construyeron en el siglo XVIII para darle gracias a San Lorenzo, a quien habían implorado para encontrar agua.
La fachada de la iglesia está hermosamente adornada con azulejos que representan al santo cuidando del edificio. Pero, sobre todo, quedé completamente maravillada al entrar en la iglesia: desde el suelo a las bóvedas, todas las paredes están adornadas de azulejos fabricados hacia 1730 en Lisboa.
La vista del conjunto es un artificio de azul y blanco, al que se añade el oro del magnífico retablo. Y cuando me acerqué, pude observar el delicado detalle de los azulejos que ilustran episodios de la vida de San Lorenzo.
Sin duda alguna el lugar que más me gustó en Madeira. Después de pasar los barrios ultra horgimonados de Machico, el autobús urbano me dejó a los pies de la Ponta de Sao Lourenço. Ni que decir tiene que el contraste fue brutal. La Ponta de Sao Lourenço, sin ninguna construcción urbana salvo el faro, es un lugar magnífico donde la roca se cae violentamente al océano. El paisaje semiárido y la exposición a los fuertes vientos dan la impresión de un paisaje lunar.
Tras una ruta de senderismo de 7 km, a veces un poco difícil, que desemboca en una vista de 360º, lamenté no haber cogido mi bañador para disfrutar del sol y del océano en la Prainha - única playa de arena negra.
Una lástima, la ruta es una de las más turísticas de la isla, a veces tuve la impresión de hacer una procesión hacia el extremo de la "ponta" y lamento no haber venido antes durante el día para disfrutar de mayor tranquilidad.