El descubrimiento del sitio de Marvao fue para mí una hermosa experiencia: después de 2 horas de carretera desde Elvas, divisé la cima donde se sitúa. En la distancia, la muralla que rodea la ciudad se confunde con la roca del relieve, de forma que apenas llegamos a imaginar que el sitio alberga vida. Al llegar a Portas de Rodao, una de las cuatro puertas de la ciudad, puse pie a tierra para visitar tranquilamente los lugares. Me sorprendió la calma de las callejas, flanqueadas de casas blancas, que caminan justo hasta la iglesia de Santa María. Precisamente al lado se encuentra el museo municipal.
Preferí seguir mi camino hasta el castillo, al oeste de la aldea. Esta fortaleza construida en el siglo XIII, después que el sitio fue tomado a los moros por los cristianos, fue restaurada y reforzada en el siglo XVII. Está aún en perfecto estado, y es fácil comprender por qué se denomina "el nido del águila": subiendo sobre sus murallas, pude observar toda la región alrededor, incluso ver la vecina España, ¡a menos de 8 km de allí! Lejos de las principales rutas turísticas, Marvao siempre merece un desvío, durante una estancia en Portugal.