Como suspendida en el tiempo, la ciudad de Óbidos parece que no ha evolucionado desde la Edad Media. En el interior de sus murallas perfectamente conservados, a la sombra de su fortaleza, un entrelazado de laberintos de pequeñas calles y callejuelas escarpadas compuestas por casas centenarias bellamentes decoradas con flores.
Fui a la ciduad en junio a lo largo del festieval medieval que trata de recrear el ambiente histórico de la ciudad y debo admitir que me impresionó la riqueza histórica de Óbidos y la impresion que tuve de pronto de haber retrocedido en el tiempo 500 años. Sin embargo, rápidamente encontré el flujo de visitantes que se volvía un poco insoportable y lamento no haber ido fuera de temporada. En cualquier caso, aconsejaría sin dudarlo a cualquiera que viaje a Portugal visitar Óbidos.
Llegando cerca de Óbidos, desde Lisboa, me marcaron sus murallas que parecen querer alcanzar el cielo y que hacen que el lugar sea inexpugnable. Datan de la época morisca pero han sido reconstruidas después, lo que explica su perfecto estado. Y como Óbidos está situada en alto, rápidamente te das cuenta de la importancia estratégica de la ciudad.
Después, al franquear el recinto, te sumerges en una red de callejuelas que llevan hasta el castillo. Las fachadas blanqueadas con cal, animadas con amarillo o azul, llenas de flores conforman un decorado completamente diferente. Me encantó pasear de una plaza a otra, con la cámara de fotos en la mano. Al final de la rua Direita, descubrí la bonita iglesia de Santa Maria, su fachada renacentista también es muy bella, pero es el interior magníficamente decorado lo que la hace tan bella, con su techo pintado, sus azulejos y sus numerosos cuadros. Te recomiendo enormemente que des una vuelta por Óbidos durante tu visita a Portugal.