Ciudad de tamaño medio con unos 70.000 habitantes, Aveiro me acogió calurosamente y me ofreció una estancia agradable. Es verdad que la ciudad no es de las más bellas de Portugal, pero el centro es bastante sorprendente con sus canales llenos de góndolas que recuerdan mucho a Venecia, de ahí el sobrenombre de la Venecia portuguesa. La arquitectura es bastante colorida a pesar de contar con algunos edificos bastantes megalomaniáticos y a veces un poco kitsch.
Además , Averio cuenta con una importante universidad que le confiere una atmósfera relajada y festiva durante el año universitario, sobre todo porque con la llegada del buen tiempo, las pequeñas calles del centro se llenan de terrazas y acogen a turistas y lugarenos en un ambiente campechano.
No es necesariamente un destino imprescindible durante una estancia en Portugal, Aveiro es, en cualquier caso, una ciudad encantadora a orillas del mar.
Aveiro fue un bello descubrimiento de la región de Beira, pasé algunos días en esta bella ciudad y ¡fueron simplemente perfectos! Para comenzar, hay que decir que Aveiro está situada en un espacio natural particular, una zona de lagunas ("la Ria") en la desembocadura del río Volga, formada en el siglo XVI durante una tempestad que obstruyó el estuario. Pantanosa durante mucho tiempo, la laguna se abrió de nuevo al océano gracias un canal construido en el siglo XIX. El pequeño puerto que había permanecido dormido pudo recuperar su actividad. Hoy en día, la ciudad atrae a mucho turistas, y ¡se lo merece!
A bordo de un barco moliceiro (una barca utilizada antiguamente para recoger las algas y las macroalgas) de vivos colores, admiré desde los canales las fachadas Art Nouveau de los principales edificios de la ciudad. También aprecié mucho la visita al museo, instalado frente a la catedral. Allí se conserva la magnífica tumba de mármol del siglo XVII de la Princesa Juana, hija Alfonso V. Para terminar, sólo tuve el agobio de tener que elegir entre el pescado y los mariscos...