No lamenté mi escapada a Buçaco, viniendo de Porto: el sitio, protegido desde hace algunos años de la urbanización y la contaminación, permite escapar, durante uno o dos días, de la agitación del mundo... Aparqué mi coche en Portas das Ameias, después me dirigí allí a pie a través del bosque. Allí, a condición de tener algunos conocimientos de botánica, se pueden reconocer numerosas especies locales o exóticas, ¡700 en total según el folleto proporcionado por la oficina de turismo! El cedro de Buçaco, especialmente, me impresionó por su gigantismo.
Los diferentes itinerarios posibles están igualmente jalonados por capillas, fuentes, lagos y grandes cruces de piedra que recuerdan que fueron las Carmelitas las que prepararon este espacio inicialmente dedicado al recogimiento. Es al llegar ante elantiguo monasterio construido en 1907, hoy transformado en palacio-hotel, cuando comprendí la intención de la orden monástica: hacer del bosque de Buçaco un refugio... ¡mágico! ¡No se puede dejar de verdurante una estancia en Portugal!