Kostromá no tiene el mismo encanto que otras ciudades del Anillo de Oro. Al ser una ciudad grande, ruidosa y moderna, lo recomendable es perderse por sus calles para poder disfrutar de su encanto y descubrir sus tesoros ocultos.
Las estrechas calles que bordean el Kremlin de Kostromá esconden residencias magníficas y pequeñas iglesias hechas de madera. El Kremlin acoge un museo muy interesante que contiene unos iconos espléndidos y unos manuscritos ortodoxos de gran antigüedad. La Iglesia de la Resurrección tiene uno de los iconostasios más bellos de todo el Anillo de Oro enmarcando unas esculturas de una fineza extraordinaria.
El mejor momento de mi viaje a Rusia fue atravesar el río Volga congelado. En invierno, cerca del Kremlin, el majestuoso río se transforma en una inmensa zona recreativa para los pescadores de la ciudad. Un primer paso para comprobar la solidez del hielo, otro paso más...y de repente te das cuenta de que estás caminando sobre este río mítico. Pasé al lado de un primer pescador, envuelto en una enorme parka militar. Acababa de hacer un agujero en el hielo y estaba esperando con una botella de vodka en la mano. Apenas me miró. La verdad es que el trayecto me pareció una auténtica expedición polar. Una hora más tarde, llegué a la ribera, a dos pasos del centro de la ciudad. Eché un último vistazo al río y salí de ese maravilloso paréntesis para volver a unirme al jaleo de la ciudad.