Con casi medio millón de habitantes, Trebisonda es una de las ciudades más grandes que hay a orillas del mar Negro. Tiene un ambiente muy suyo, que no recuerda en nada a otras metrópolis turcas. Históricamente, la ciudad ha sido un puerto comercial en la ruta de la seda y un punto de encuentro entre culturas y religiones. Hoy en día, Trebisonda tiene un aire un poquito sombrío. Y no me parece mal, sobre todo porque en su ambiente, un tanto decadente, la ciudad está llena de maravillas históricas, como la antigua iglesia de Santa Sofía, el casco viejo, o las fortificaciones tan bonitas que mantiene.
Si te quedas por allí unos cuantos días, le cogerás el gustillo al ambiente tan relajado y festivo que hay por la zona de la plaza principal Atatürk y del barrio ultramoderno. En conjunto, una parada en Turquía que te puede gustar.
Trebisonda es una ciudad industrial al norte de Turquía, cerca de Georgia y, más concretamente, al borde del mar Negro. Además, aquí fue donde, nada más llegar, pude ver por primera vez en la vida a un grupo de delfines nadando todos juntos y saltando.
Trebisonda es un sitio muy especial, ya que, al contrario que el sur, caluroso y seco, la región de Trebisonda es lluviosa y bastante verde. La ventaja de la ciudad sin duda es que no está plagada de turistas, ya que no hay ninguna estación balnearia en sus alrededores, ni tampoco grandes hoteles internacionales. Por tanto, Trebisonda es una gran ciudad que sigue conservando su autenticidad. A mí me pareció que lo más interesante de visitar era más bien su región montañosa, recorrida por ríos y muy verde, y, sobre todo, el monasterio de Sumela, incrustado en un acantilado.