Básicamente, si no has crecido en un país que practique el culto a la personalidad, el mausoleo de Atatürk puede resultar bastante desconcertante. El monumento ocupa una superficie de setenta y cinco hectáreas sobre la colina de Anittepe. Más o menos, se divisa desde cualquier punto de Ankara.
Desde dentro, sus dimensiones impresionan también bastante. La inmensa explanada conduce hasta el mausoleo propiamente dicho. Está situado en alto y domina el conjunto monumental con una mezcla de sobriedad y monumentalidad.
Lo que más me sorprendió fueron las salas pequeñas que hay a cada lado de la explanada. Allí se exponen los efectos personales del padre de la República de Turquía. Estos objetos van desde su vestuario hasta simples bolis, pasando por la barca que usaba para pasearse.
El monumento en sí no es especialmente interesante, aunque su dimensión histórica y simbólica lo convierten en una visita curiosa que puedes hacer si estás en Turquía.
Encaramado sobre su colina, el mausoleo de Ataturk es sobrio pero también imponente. Para acceder, hay que atravesar un parque y caminar a lo largo de una avenida de flores para después llegar a una gran plaza que permite acoger a la multitud durante las ceremonias oficiales. El conjunto es bastante solemne.
Recuerdo el contraste luminoso y la calma respetuosa cuando penetras en el mausoleo. Sentí la visita delmausoleo de Atatuk como puramente simbólica pues lo que es más notable es el respeto infalible de los turcos por su primer Presidente de la República.
El mausoleo de Atatürk es un homenaje al fundador de la República turca y merece la pena, no tanto por su arquitectura, como por los valores que representa.