«Papá, ¿el mar Negro es negro de verdad?» 28 años más tarde aproveché un viaje a Turquía para comprobar por mí mismo la respuesta a la pregunta que me hacía de niño.
Llegué en barco desde Estambul, y, una vez en la desembocadura, subí a la cumbre de una colina en Anadolu Kavagi. Desde ahí pude verlo por mí mismo. El mar Negro es… de un azul impactante. Aunque era impresionante, mi niño interior recibió un duro golpe. Pero, entonces, ¿por qué se llama así? Según los historiadores, los otomanos emplazados al sur definieron colores distintos para los cuatro puntos cardinales. Negro era el norte, y por eso este mar se llama así. Una vez desvelado el misterio, te aconsejo que vayas a una de las estaciones balnearias de la costa. Las más bonitas y agradables se encuentran en Turquía. Si como Kerabán el testarudo (héroe de Julio Verne), tienes ganas de dar la vuelta completa, también puedes bañarte en Georgia, Rusia, Ucrania, Rumanía o Bulgaria.
Cuando llegan el verano y el buen tiempo, parece que toda Turquía y media Europa se dirigen a la costa mediterránea del país. Allí están concentrados un montón de complejos hoteleros enormes. En esa época se llenan de veraneantes atraídos por su entorno espectacular: costas escarpadas preciosas, el mar de color turquesa, calitas monísimas... Por eso, la otra gran costa del país, la del mar Negro, parece olvidada. ¡Y eso que es mucho mejor!
Puede ser verdad que el mar Negro no tiene paisajes tan pintorescos como los de la costa mediterránea, pero tiene otras cosas. Además, casi no hay turistas y eso ya es un gran plus. No tendrás ningún problema para encontrar algún pueblecito de pescadores, donde la gente vive al ritmo de sus ancestros. También está Trebisonda, la gran ciudad de la costa del mar Negro. Allí, las montañas son muy escarpadas y llegan hasta el mar, dando lugar a un paisaje absolutamente impresionante. La costa norte es un destino muy subestimado. ¡No lo pases por alto cuando planifiques un viaje a Turquía !
Yo llegué a la costa este del mar Negro un poco por casualidad, y debo confesar que fue una muy grata sorpresa. En esta región crece básicamente la producción de té del país (del cual es un gran consumidor). El paisaje del este del mar Muerto, por tanto, es muy verde e incluso recuerda al Extremo Oriente con sus plantaciones de arbustos perfectamente tallados en terrazas. Otra curiosidad es que en la costa hay muchísimos pueblecitos de pescadores cuya arquitectura difiere bastante de la del resto de Turquía. Es posible pararse en ellos para comer pescado fresco. La costa este del mar Negro también tiene un sitio algo olvidado por los viajeros que visitan Turquía y que, sin embargo, es espectacular: el monasterio de Sumela, que data del siglo XII y que cuelga de un acantilado.
Entre la vegetación, el cielo tormentoso (incluso en verano) y las viviendas, uno tiene prácticamente la impresión de estar en otro país.