Descubrí las ruinas de San Ignacio mientras me dirigía en autobús hacia las cataratas de Iguazú. Todavía me acuerdo muy bien de esta etapa de mi viaje por la Argentina.
Después de quince horas de autobús, por fin podemos estirar las piernas. Pero nada más salir del autobús nos entran unas ganas tremendas de regresar de nuevo y quedarnos bajo el aire acondicionado. Hay que decir que en el exterior el aire es húmedo y el calor sofocante. ¡Bienvenido a la provincia de Misiones!
Tras unos minutos de caminata, llegamos al lugar de las misiones jesuitas y nos olvidamos rápidamente del calor. Ante nuestros ojos contemplamos unos muros enormes de colores anaranjados colocados sobre la hierba verde. Nuestro guía nos explica que los primeros colonos ocuparon la región de Córdoba y Misiones en el siglo XVII con el objetivo de predicar y educar a las poblaciones indígenas guaraníes.
En aquella época, los jesuitas fueron los aliados de este pueblo oprimido y, además, pudieron transcribir su idioma. En su partida, los guaraníes de San Ignacio regresaron a la selva en donde siguieron viviendo en condiciones extremadamente difíciles. Hoy día, esta población es una de las más desfavorecidas de la Argentina. Desgraciadamente, no es nada raro ver a niños mendigando por las calles de San Ignacio.
Después de 2 horas de visita y conversar un rato con la gente local, nos marchamos en dirección a una de las ocho nuevas maravillas del mundo, las cataratas de Iguazú, aunque la verdad, no podemos arrancar de nuestra mente la visión de aquellos niños guaraníes de ojos esperanzados...
Me encantó este pequeño pueblo típico de la región, ya que me pareció muy auténtico en comparación con la turística ciudad de Puerto Iguazú. El pueblo, atravesado por carreteras de tierra rojiza rodeadas de altas palmeras, tiene un gran encanto y parece estar ubicado en medio de ninguna parte.
Algunos turistas incluyen esta visita en su itinerario por Argentina para visitar las ruinas de Quilmes, cuyo yacimiento tiene numerosos paneles de información. Por la noche, el espectáculo de luces y sonido está bastante bien.
Pero si tienes tiempo, quédate allí varios días para poder hacer excursiones por los alrededores y visitar otras bellezas naturales bastante menos accesibles y turísticas, como la Reserva Natural del Iberá, que requiere al menos tres días, o mucho más cerca y accesible en bicicleta, el Parque Provincial Teyú Cuaré, en el que podrás dar un agradable paseo por sus caminos color ocre frecuentados únicamente por grandes conjuntos de mariposas multicolores.
¡Atención! Si visitas el parque Teyú Cuaré, no cometas el mismo error que yo: ¡ve atento y sigue bien las indicaciones para no pedalear durante horas por haberte saltado el cartel que señala la entrada al parque!