La Ruta 40 es un mito. De la Quiaca a la frontera boliviana al norte hasta el cabo Vírgenes al sur de la Patagonia, solo su nombre ya suena como una llamada al viaje y a la aventura. La Ruta 40 es hoy todo un símbolo del turismo en Argentina. Basta con seguirla para descubrir paisajes variados. Del desierto, los puertos andinos, las llanuras inmensa, sube hasta los 5000 metros de altura en el puerto de Abra del Acay para terminar al nivel del mar en Patagonia. Bordea los Andes, atraviesa una ventena de parques nacionales, atraviesa ríos y ofrece panoramas espectaculares.
Las malas lenguas hablan a veces de la Pista 40. Es cierto que menos de la mitad de los 4600 km están asfaltados. Y ¿entonces? Personalmente es por eso por lo que me gusta, es variada y tiene la capacidad de volver al conductor adicto a sus paisajes.
Te aconsejo que la sigas todo lo lejos que puedas. Siempre hay una maravilla que ver en el siguiente tramo. Más que un símbolo de Argentina, la Ruta 40 es, para mí, el símbolo de la aventura. ¡Viva la Ruta !
Mi primer contacto con Argentina fue la Ruta 40, la cual inicié en San Martín de los Andes, en la provincia de Neuquén, a mi vuelta de Chile.
La seguí hasta El Calafate, en la provincia de Santa Cruz, 1.700 kilometros al sur, en zigzag por la ruta chilena, no menos mítica que la austral.
Ya al tomar el autobús me di cuenta de los muchos paneles indicando que nos encontrábamos en la Ruta 40, que se ha convertido en toda una marca turística nacional. Los paisajes son magníficos y varían mucho según la región. En Patagonia no hay ni un alma, se puede conducir durante horas sin cruzarse con nadie, y admirar la extensión de llanuras, ríos y montañas. Si hubiera tenido una moto, probablemente me habría tomado el lujo de hacer la ruta así, con el pelo al viento, al igual que el Che durante su viaje iniciático, descrito en 2004 en la película Diarios de motocicleta de Walter Salles. Libertad total.