Cuando pensamos en cual fue el destino del pueblo armenio en el siglo XX y toda la agitación que ha provocado la creación de la República de Armenia, Tsitsernakaberd nos conmueve profundamente. En memoria del 1,2 millones de personas masacradas de forma sistemática por el gobierno turco de la época, se impone el respeto frente a la llama eterna situada en el centro de las doce estelas del edificio principal.
En una colina que sobresale de Erévan, el memorial es enorme. Llama la atención, sobre todo al saber que en un principio, en 1965, el memorial estaba pensado mucho más pequeño, y se ha ido ampliando progresivamente durante su construcción, hasta poner a las autoridades soviéticas frente al hecho consumado.
Al llegar a Tsitsernakaberd descubrimos una enorme esplanada y un muro con el nombre de los pueblos armenios del Imperio Otomano en donde se perpetraron las masacres. En el centro se alza la torre de granito, con una altura de 44 m, y que simboliza el renacimiento de Armenia. Detrás, las doce estelas circulares que acogen la llama, es el lugar de meditación. Y en el subsuelo encontramos un pequeño museo del genocidio, con documentos y testimonios. Terminamos bastante afectados.