Subir hasta el el Cristo Redentor es imprescindible en cualquier estancia en Río y en cualquier viaje a Brasil en general.
Cubierto de bosque primario (Mata Atlântica), se puede subir hasta la estatua a pie (se tarda varias horas y está reservado a los viajeros más deportistas, ya que la ascensión es dura y el calor y la humedad son sofocantes la mayor parte del año), en coche (hay una carretera) o en autobús hasta Cosme Velho y después en funicular (eso es lo que más mola).
Subas como subas, verás muchos pequeños primates que en Brasil llamamos " mico-leão " y muchos frutos de gran tamaño, jacas, en los árboles.
El Cristo del Corcovado es el monumento más famoso de Brasil. Es algo equivalente a la torre Eiffel en Francia. Y precisamente es obra de un escultor francés: Paul Landowski. Así, tanto patriotismo parece exagerado y fuera de lugar, aunque eso también es otro motivo más para hacer la visita. Y, claro, ser una de las siete maravillas del mundo puede ser otro motivo.
No podría ser más turístico, pero la panorámica de la bahía de Río es brutal. ¡Otro motivo más para ir! Pero, si te levantas y está nublado, mejor déjalo para otro día.
El Cristo gigante de 38 metros de altura se alza a 704 metros de altitud y refleja perfectamente que Brasil es el país con mayor población católica del mundo. Para algunos simboliza la gran influencia de la Iglesia Católica en el país, pero actualmente se intenta hacer valer como símbolo de la unidad del país.
Hay varias formas de acceso: cómodamente en taxi para los más pudientes; en el minibús municipal para los mochileros; en el tren cremallera para los románticos; a pie para los senderistas, ni más ni menos que por el mayor bosque urbano del mundo: el parque nacional de la Tijuca.
El mirador del Corcovado es una visita ineludible si has incluido Río en la lista de los sitios que no te quieres perder durante tu viaje por Brasil. Tengo que confesar que me pareció mareante la cantidad de turistas, comercios y vendedores que había.