Rovinj es una de mis ciudades croatas preferidas. Lo que más me gusta es el centro que, aunque es pequeño, está lleno de callejuelas, cada una más bonita que la anterior. Me gustar deambular sin rumbo por este laberinto de calles estrechas que siempre se acaba convirtiendo en un espectáculo pintoresco: ropa colgada de las paredes de los edificios, un gato dormido en las escaleras de un inmueble, tiendas de artistas... Lo mejor que puedes hacer es caminar sin rumbo fijo en dirección a la iglesia situada en la parte alta de la ciudad y desde donde podrás disfrutar de unas vistas fantásticas de los alrededores.
Cuando bajes de nuevo al puerto de Rovinj, no dudes en hacer una pausa para tomarte un helado o un batido.
Intenta pasarte también por Monte beach. Gracias a sus salientes de hormigón podrás bañarte en el centro de la ciudad. ¡Totalmente iconoclasta! Pero si necesitas más espacio, siempre puedes ir a las playas de los alrededores de la ciudad. A mí me gustó mucho Porton Biordi desde donde puedes seguir contemplando la ciudad mientras te bañas y disfrutas de un momento de relax.
Rovinj es realmente encantadora: una antigua ciudad rodeada por el agua y dominada por una magnífica iglesia, callecitas preciosas y una plaza central llena de restaurantes de marisco y de pescado fresco. ¡Un destino magnífico durante un viaje a Croacia! Además, los alrededores de la ciudad tienen unas playitas estupendas de aguas turquesas, en las que da la sombra del bosque vecino.
Sin embargo, al igual que ocurre con otros destinos de Croacia, también tiene sus inconvenientes: te aseguro que no estarás solo visitando la ciudad de Rovinj. Si te agobian las multitudes, escápate a unas horas a los preciosos pueblos vecinos, un poco más tranquilos, como el viejo pueblo de Bale, a pocos kilómetros.