Me enamoré a primera vista del pueblecito de Motovun cuando estuve visitando Istria. Construida con orgullo sobre una colina, hay que dejar el coche a la entrada del pueblo y recorrer los últimos metros a pie. Totalmente adoquinada, Motovun me recordó a los pueblos de la Provenza francesa. Flores en las jardineras, jardincitos muy bien cuidados, coquetas tiendas de souvenirs y trufas por todas partes.
La primera vez que probé la trufa, el sabor me pareció demasiado fuerte, pero enseguida me acostumbré y ahora me apasionan los platos locales a base de trufa.
Sin embargo, Motovun es víctima de su éxito y los precios, especialmente de los alojamientos, son relativamente caros, sobre todo en comparación con el resto de la región. Un consejo: elige otra ciudad como campamento base y simplemente pasa allí el día deambulando por este pueblo antiguo. Las vistas de los alrededores desde lo alto de la colina son magníficas. Es posible caminar por las murallas. Una visita agradable durante tu viaje por Croacia.
Seguro que Motovun hará que caigas bajo su embrujo a cada paso que des por sus calles, que parecen salidas de una película ambientada en un entorno medieval. Este pueblo pequeño, que está encaramado en la cumbre de una colina, consiguió enamorarme. ¿Y qué mejor que visitar un pueblo fantástico que haciendo deporte? No me decepcionó para nada. Los amantes de los viajes deportivos me entenderán.
Y es que para llegar al punto más alto de la ciudad tuve que subir nada más y nada menos que unas escaleras de unos 1052 escalones. Al principio y al final del trayecto supe valorar la experiencia, pero mientras subía las escaleras la historia era muy diferente... Te aconsejo, pues, que vayas preparado para que luego no te lleves sorpresas. Pero, desde luego, una vez que llegas arriba te das cuenta de que la subida ha merecido la pena. Viñedos, bosques... Todas las cosas que vi ahí arriba consiguieron recargarme las pilas.