Con tan poco tiempo para disfrutar de tanta belleza, Luzón puede llegar a ser frustrante... ¡Ojalá podamos volver algún día! La puerta de entrada a la isla (y en general también a las Filipinas) suele intimidar un poco: la Gran Manila, la capital del país, es un enorme hormiguero donde una riqueza desenfrenada se codea con la pobreza extrema. Si te quedas unos días, ve a ver el casco viejo de Manila, con calles pavimentadas e iglesias españolas. Yo estuve viviendo un mes en Makati, que es la ciudad más grande de esa aglomeración gigantesca que es la Gran Manila. Así pude digerir un poco aquel enjambre hasta comprender que se trata de un mosaico de culturas e influencias. Por desgracia, la prostitución y los riesgos derivados de la alta tasa de criminalidad te pueden arruinar la estancia.
Al norte de la isla te esperan los arrozales en terrazas de Banaue, las montañas imponentes de Kalinga y la magia de Sagada. Al sur, las playas de arena blanca y los cocoteros posarán para ti y cada foto parecerá una postal. Por si fuera poco, la isla está salpicada de volcanes, algunos de ellos activos. El volcán Taal, 60 km al sur de Manila, es especialmente impresionante. La caldera de este inmenso volcán se ha convertido en un lago, con una isla en el centro, que a su vez contiene otro lago. Lo malo es que contemplar la belleza de esta matrioska no siempre es aconsejable: el volcán Taal es el más mortífero de todo el archipiélago.
Aviso: nunca jamás había tenido tantos dilemas a la hora de decidir adónde ir. La isla de Luzón tiene mil sitios que visitar y todos parecen alucinantes.