Siempre había oído hablar de la calidez de los irlandeses. Con un pasado tan duro, sus ganas de conocer gente y de compartir es legendaria. No me decepcionaron, y tú también podrás comprobarlo durante tu viaje por Irlanda. Dublín es una ciudad en la que uno se siente bien nada más llegar.
Por extraño que parezca, sus callejuelas me resultaron acogedoras. Me encantó perderme por el labertinto del barrio de Temple Bar y no pude evitar cruzar una y otra vez por el puente Ha’Penny Bridge. En todas partes, en las calles, en los parques y en las plazas, te encontrarás con artistas, músicos y estatuas. El arte es omnipresente, reflejando ese ánimo de intercambio y de expresión tan típico de su población.
Si tienes tiempo, te aconsejo que pases un día en la península de Howth. Es muy fácil llegar hasta allí desde Dublín con las líneas DART (Dublin Area Rapid Transit). Primero llegarás a un puertecito donde los restaurantes te ofrecerán platos de pescado totalmente fresco. Después, podrás darte una vuelta y recorrer esta preciosa península en la que te cruzarás con muy poca gente, y descubrir sus acantilados, sus playas y sus extensiones de brezo.
Ninguna otra ciudad se vive como Dublín Capital administrativa, histórica y cultural, esta ciudad del tamaño de Zaragoza es un lugar perfecto para alojarte en Irlanda. Es la entrada urbana ideal para descubrir este país, al que tengo especial cariño.
Aprecia su arquitectura gótica medieval con toques celtas, presente en todas las calles: desde las catedrales de Christ Church y Saint Patrick, hasta el Castillo de Dublín, pasando por la vieja universidad Trinity College o incluso el pub The Church. Esta iglesia auténtica reconvertida en pub tiene varias esculturas religiosas y un enorme órgano dominando en la planta de arriba.
¡Dublín sorprende por varias razones! También, si te ven mirando tu city map, no será extraño que los transeúntes se ofrezcan espontáneamente a ofrecerte su ayuda. ¡No te fíes!
Y todo ello sin olvidar la atmósfera de «plaza del pueblo» que se respira en todos los pubs. El ambiente está garantizado: familiar, festivo, jovial y, si quieres, musical, pero, sobre todo, acogedor. Y no solo en Temple Bar, la zona de los pubs de Dublín, sino también en torno a Parnell Street. En resumen, si ves Dublín como yo la vi, tiene todo lo que puedas desear.
Viajes solo, en familia, o entre amigos, Dublín te seducirá con su dinamismo y energía.
Para descubrir la ciudad, cogí uno de esos autobuses turísticos que incluyen comentarios y anécdotas del conductor-guía. Es posible comprar un pase de dos días, que puede resultar útil para llegar a los lugares más alejados como la Guiness Storehouse o la destilería Jameson (¡visita imprescindible!).
Me gustó mucho Temple Bar, lugar de paso obligatorio en la capital y barrio más turístico de Dublín (también el más caro). En esta zona se concentran restaurantes, pubs tradicionales y clubs en un ambiente agitado tanto de día como de noche.
En cuanto a la parte cultural, di un paseo hasta el Trinity College y visité la impresionante biblioteca The Book of Kells. Para viajes con niños, recomiendo visitar el zoo.
El centro de Dublín está repleto de edificios victorianos y de iglesias. Entre los que más me han gustado, destacaría, en primer lugar, el edificio del Trinity College y su biblioteca, con dos paredes llenas de libros antiguos. También es la universidad donde han estudiado numerosas personalidades irlandesas como Oscar Wilde o Samuel Beckett.
El castillo de Dublín también llamó mi atención debido a su colección de muebles y tapices pertenecientes a la época de la Reina Victoria. A unos cien metros se encuentra la catedral de Christchurch, que se caracteriza por su particular estilo arquitectónico.
Para continuar con este recorrido histórico, recomiendo visitar la General Post Office (la oficina central de correos), situada frente al Spire. Lugar destacado para la República de Irlanda, el edificio sirvió de cuartel general para los combatientes durante el Alzamiento de Pascua de 1916.
Aquellos que prefieran las construcciones más modernas pueden visitar el centro comercial Stephen's Green Shopping Centre y admirar su gigantesco reloj. Para después pasar por el barrio de Temple Bar y tomarse una Guinness en un pub...¡imprescindible en Irlanda!