Japón es el país con la tasa de criminalidad más baja del mundo. Las agresiones son poco frecuentes y los robos muy raros.
Durante mi primer viaje a Tokio, un tipo con el que había simpatizado en mi albergue me contó que, el día anterior, había olvidado su cartera en una estantería de una tienda. A la mañana siguiente, fue a la tienda y trato de explicar al vendedor, que no hablaba una palabra de inglés, que había olvidado el objeto en cuestión y que se preguntaba si alguien lo había devuelto. Cuando repetía una y otra vez la misma historia al vendedor que visiblemente no comprendía nada, acabó por entender que el vendedor le decía que si había olvidado sus cosas en algún sitio, no había ninguna razón para que no siguiesen allí. Efectivamente, la cartera estaba en la misma estantería y nadie la había tocado.
No es un país arriesgado, pero nunca viene mal respetar las consignas clásicas de prudencia (dejar sus objetos de valor y los documentos de viaje en un lugar seguro, no perder de vista las maletas).
Si hay un riesgo en Japón, esos son los riesgos naturales de la región. Al mismo tiempo, en un archipiélago que se encuentra en la frontera de 4 grandes placas tectónicas, no es raro que de vez en cuando haya terremotos de baja magnitud.
Aunque los riesgos de catástrofes naturales (tsunami, tifones, violentos terremotos) no se pueden descartar completamente (como lo mostró en 2011 el accidente de Fukushima), las infraestructuras japonesas han sido construidas de forma que se adaptan a ellas. Además, prestando atención al tiempo y evitando permanecer al lado de la costa cuando así se aconseja, no corres ningún peligro.