Durante una ruta de 3 días por el cañón del Colca descubrimos el pueblecito de Fure, a 2758 metros de altitud.
Situado en la ladera de un acantilado que dominaba el río Huararo, en Fure reside una pequeña comunidad india. La mayoría viven de la agricultura y de la cría de cochinillas, insectos que se usan en la fabricación de un colorante natural para productos alimenticios y cosméticos. En Fure, las condiciones de vida son muy rudimentarias: no hay electricidad ni agua corriente, y las duchas y los baños están en el exterior de las casas. Nuestro guía, originario del pueblo vecino de Cabanaconde, nos explicó que los niños tenían que caminar durante dos horas para llegar al colegio de allí. ¡Qué valor!
Tras un copioso almuerzo, salimos hacia las cataratas de Huararo. No son como las del Iguazú, claro está, pero las vistas son bonitas. Después, volvimos a Fure, donde pasamos la noche. A pesar de que nuestra cabañita era muy espartana, pasamos una buena noche, arrullados por los murmullos de la fauna salvaje.