Yo me limité a pasar por Matacancha, pero también se puede acampar allí. Hay dos razones para montar allí la tienda. La primera es que no tengas fuerzas para continuar después del trayecto un poco largo y caótico desde Huaraz. También es una buena opción para los que hacen la ruta sin agencia y empiezan la aventura desde la parada más cercana de autobús público, que está a diecisiete kilómetros de allí. La zona de acampada está bien organizada, aunque muy poco protegida del viento. Y tenía pinta de que las noches eran frías allí...
Llegué a Matacancha con un cielo muy encapotado. Apenas se distinguía la cima nevada del Rondoy, que supuestamente tenía que darnos la bienvenida al lugar. Por suerte, a partir de ahí nos hizo un tiempo buenísimo. Al bajarnos del autobús nos estaban esperando los muleros. Ni cortos ni perezosos, nos lanzamos a la excursión que, día tras día, no dejaba de maravillarme. Para mí, esta es la excursión definitiva que no se puede perder ningún amante de la montaña que haya decidido rular un tiempo por Perú.