He de admitir que la primera vez que visité Bucarest tenía una sola idea en mente: ¡salir de allí cuanto antes! Las avenidas de seis carriles cubiertas por un espeso tráfico surcaban un entorno urbano sumido en una deprimente monotonía, donde hasta los escasos vestigios históricos parecían quedar disimulados bajo un montón de modernidad soviética y polvo, elementos que reinaban en esta anárquica capital europea.
Sin embargo, tras mis continuos retornos he aprendido a comenzar a apreciar esta ciudad, que uno va adoptando poco a poco, con sus numerosos cafés, su escena cultural, tan viva, y su vida nocturna, que es absolutamente excepcional. Como si de esta aglomeración poco elegante y caótica emanara una alegría y una vitalidad fuera de lo común. Dado el hecho de que lo más probable es que tengas que pasar por Bucarest durante tu viaje por Rumanía, ¡podrás formarte tu propia opinión!
Si piensas en hacer un viaje por Rumaníaz, no dejes de visitar, sobre todo, su capital, Bucarest.
Esta ciudad es muy conocida por su parlamento, que tiene una dimensión desmesurada. A mi manera de ver, solo el tamaño del edificio es impresionante, pero no me gustó su arquitectura.
Lo que más me gustó de Bucarest fue el ambiente de su vida nocturna. Los jóvenes rumanos saben cómo divertirse y no dudan en compartirlo con los extranjeros. Si no sabes a dónde ir, no dudes en preguntar en la calle, enseguida tendrás mucho donde elegir.
En conclusión, Bucarest no es una ciudad con muchos monumentos para visitar, más bien una ciudad para vivir compartiendo momentos con los habitantes locales.