En las Tierras Altas Occidentales, Oban es la tercera ciudad más importante, después de Fort William e Inverness. La presencia del mar, las islas y las colinas de los alrededores hacen que me decante por esta ciudad antes que por Fort William. La Torre McCaig, característica de la ciudad, es la réplica de un anfiteatro romano en las colinas de Oban y hace las delicias de los amantes de la noche, al caer el sol. Al norte de la ciudad, hay un montón de Bed & Breakfasts, especialmente, en la calle Breadalbane Street. A mediados de agosto, si no has reservado nada, te deseo mucha suerte para encontrar una habitación. Yo me alojé en un camping, que fue una agradable sorpresa. Situado en una meseta, entre colinas verdes y con vistas al mar, el entorno era de lo más campestre y contaba con un despertador muy especial: ¡el canto del gallo al amancecer! El único inconveniente es que había pocas parcelas protegidas del viento.
Son necesarios 3 o 4 días para explorar Oban y sus alrededores durante tu viaje a Escocia. De hecho, en Oban hay multitud de cosas que hacer, que complacerán a la mayoría de los visitantes. A los amantes de la buena mesa les recomiendo que traten de encontrar en el puerto, tras los ferries, una cabaña donde se venden productos frescos del mar: ¡una auténtica delicia! Yo me dí el lujo de comer cangrejos. Para visitas culturales, está la destilería que produce un whisky de malta. A mí, que no soy un amante del whisky, el guía fue capaz de despertar mi interés al explicar todo el proceso de fabricación. Para estirar las piernas, hice el corto y agradable paseo por la bahía hasta las ruinas del castillo de Dunollie. Finalmente, alrededor de Oban, recomiendo la isla de Seil, a 20 km al sur. Se accede a ella por un hermoso puente de piedra que data de 1792. Al caer el sol, dirígete a la pintoresca localidad de Ellenabeich, con sus casas blancas cubiertas de pizarra. En los alrededores, se pueden visitar las ruinas del castillo de Kilchurn, en el lago Awe, para un paseo de lo más romántico ¡que no te puedes perder!
Oban iba a ser el punto culminante de nuestra estancia en las Tierras Altas. Teníamos planeado parar allí para visitar la destilería de whisky que ha dado la fama a la localidad, pero llegamos demasiado tarde. Por el camino, nos tomamos nuestro tiempo para disfrutar del paisaje, tanto que, finalmente, llegamos de noche a Oban.
Demasiado tarde para visitar la destilería, pero justo a tiempo para probar el whisky local en uno de los pequeños pubs del puerto que ofrecía un montón de variedades en su carta. Fue la ocasión de practicar nuestro acento escocés frente a un buen fish & chips, antes de ir a pasear por el puerto.
Al caer la noche, en el frescor de finales de octubre, mientras los pescadores escuchan la radio en el pequeño puesto de su barco, el puerto de Oban sigue siendo uno de los lugares más hermosos que vimos en nuestro viaje.